“No hay más plata de lo que hay y lo que llega se destina a los salarios”, dijo, como si descubrir que los sueldos son una prioridad fuera una novedad. Con más de 48 mil empleados públicos, que no se sabe bien qué tan útiles son, Vidal admite que el tamaño del Estado es un problema, pero no propone cómo achicarlo ni cómo hacerlo más eficiente. ¿Entonces?

En cambio, se limita a señalar que la situación es “crítica” y que “se hace lo que se puede”. Lo que el mandatario no dice es cómo planea sacar a Santa Cruz del pozo.

En lugar de ofrecer un plan claro, invita a comparar su gestión con otras provincias, como si el consuelo de no ser los peores fuera suficiente para los vecinos que ven cómo la provincia se desmorona.

“Podemos demostrar la información de público conocimiento”, afirmó, pero los números no mienten: los recursos se esfuman en sostener un aparato estatal elefantiásico mientras las necesidades sociales quedan relegadas.

Es decir, que como administrador de la provincia, es un buen comentarista de la realidad. Por ahora, la caja sigue en rojo, y las promesas, en el aire.